martes, 7 de agosto de 2012

Betty Blue. Lamiendo el azul


Primer recuerdo: la boca de Beatrice. 

Pasaron 18 años de la primera vez que vio Betty Blue (37º 2 le matin, dir. Jean-Jaques Beineix) en el Cine Pocitos de Cinemateca. Llovía. Cuando salió, irremediablemente solo y triste, los charcos de la calle reflejaban el mismo azul con el que terminaba la película.
Ese adolescente que vio el cuerpo húmedo de Beatrice en la sala semivacía no lo olvida más. 
Como tampoco olvida la salsa de pulpo ni el ojo arrancado. Ni la tristeza infinita de la locura.

Otra voz: el amor está enfermo.

En Betty blue el amor es un huracán que arrastra y desnuda. Los cuerpos huelen mal, las sábanas están manchadas. Como un puño directo al inocente.

Foto final: el gato.

Después de la locura y la muerte queda el silencio. Y la lenta reconstrucción de las palabras.
La última escena cierra en azul, o por lo menos es lo que recuerda aquel adolescente casi 20 años después. No volvió a verla.