Bajé la escalera y vi a mis abuelos sentados en la mesa del living.
Mi abuelo me miró con dulzura, sabía de qué se trataba todo esto.
Él entendía mi confusión y lo transmitía solamente con los ojos. Contra su hombro derecho sostenía una bebé dormida.
Sentada a su lado estaba mi abuela, la luz de la mañana caía sobre su cabeza. Ella se paró y me dio un abrazo inolvidable
La escena era de un realismo que no dejaba lugar a dudas a pesar de que mis abuelos murieron hace años.
Me desperté sobresaltado por mi propio llanto.
sábado, 23 de mayo de 2009
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4 comentarios:
Silencio. No digo nada.
Un abrazo.
Yo sí digo: ¡Qué sensibilidad tenés, loquillo!
Cada día te admiro más!
¿Se podrá admirar más a alguien que te llena siempre de tanto?
Un beso
me dejó muda.
hermosísimo post.
saludos
me hacés perder pie
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